Toda gran empresa comienza con un momento de desafío e inspiración. La nuestra empezó con un audaz grupo de físicos e ingenieros que desafiaron los elementos más duros en lo alto de los Alpes suizos. Lo que parecía una tarea imposible se convirtió en la chispa que dio lugar a un invento revolucionario. Esta es la historia de cómo, en nuestro afán por resolver problemas del mundo real, transformamos una idea sencilla en una tecnología que ahora impulsa el Internet industrial de los objetos.
El reto de la nieve
«Debes de estar loco para estar aquí arriba, en la cima de la montaña, a estas horas», decía la mayoría de la gente. «Loco pero decidido», respondían ellos.
Imagínatelo. Es una fría mañana de invierno en los Alpes suizos. Apenas ha salido el sol y el aire helado hiela hasta la médula a un grupo de físicos e ingenieros. «Deben de estar locos para estar aquí arriba, en la cima de la montaña, a estas horas», diría la mayoría. «Loco, pero decidido», responden.
Equipados con palas para mover las capas de nieve, intentan manipular el comportamiento del H2O helado y cristalino con resultados frustrantes. En ocasiones, algunos incluso han deseado estar haciendo snowboard por las colinas en lugar de realizar pruebas en el mundo real para su tesis doctoral. Para empeorar las cosas, no pueden hacer un seguimiento real de cómo actúan las capas si todo lo que hacen es aplicar leyes físicas y cálculos matemáticos. «Esto no funciona», grita uno de ellos. «No, no funciona», responde otro.
Innovación frente a los límites
Como las mentes creativas funcionan mejor si se les da espacio para expandir sus ideas, la solución vino a ellas.
Es la belleza de la innovación que, cuando encuentras los límites de tu vida, descubres cómo llevar el mundo un paso más allá. Una mente innovadora concibe una solución en la que nadie más había pensado antes y tiene el coraje de llevar la idea hasta el final para hacerla realidad. Eso es exactamente lo que ocurrió en la montaña. En lugar de subir la colina al amanecer a la mañana siguiente, el equipo se tomó un día libre para relajarse, hacer ejercicio y dormir. Como las mentes creativas funcionan mejor si se les da espacio para expandir sus ideas, la solución vino a ellas.
El nacimiento de un gran avance
Al día siguiente, dos de ellos empezaron a construir el primer sensor inalámbrico de avalanchas conocido por el hombre. Cortaron pelotas de tenis y colocaron en su interior un diminuto sensor inteligente para recoger datos sobre el comportamiento de las avalanchas.
Cuando volvieron a palear la nieve a primera hora del día en esta misma montaña de Suiza, habían encontrado una solución para conectar los mundos físico y digital. Al lanzar las pelotas de tenis inteligentes a la nieve, por fin pudieron rastrear el comportamiento de las avalanchas.
Y como una mente innovadora sabe cuándo ha descubierto un tesoro, sólo tardaron unos años más en convertir sus sensores inalámbricos para pelotas de tenis en robustos dispositivos para la vida real.
Poco sabían los dos inventores, Ignasi Vilajosana y Jordi Llosa, que en menos de 10 años serían CEO y CTO de una empresa internacional con su tecnología alimentando el Internet industrial de las cosas.